14 de septiembre de 2011


Si es cierto que de verdad quieres algo, arriésgate. Muchas veces dejamos pasar grandes momentos y muchas oportunidades y dejamos que el destino decida por nosotros. Creemos estúpidamente que nuestras limitaciones son inalcanzables, que no podremos lograr cualquier cosa que nos propongamos. Somos nosotros mismos quienes ponemos límites a nuestra propia vida. Tal vez, ese es el gran problema. La falta de confianza nos hace dudar y el miedo a equivocarnos nos hace retroceder. Corre el riesgo y olvídate del resultado final. No hagas caso a nadie, tan sólo guíate por tus instintos. Si quieres a alguien, díselo, no alargues la espera porque puede que sienta lo mismo por ti. Porque amar es arriesgarse a no ser correspondido, desear es arriesgarse a ser defraudado, intentar es arriesgarse a fallar… pero si dejas pasar el momento y te quedas en una zona segura, te arriesgas a dejarte dominar por el miedo que, a la larga, se convertirá en arrepentimiento.

¿A qué esperas? El tiempo no se para a esperar a nadie, los segundos se esfuman, y cada segundo pasado es un segundo más que el reloj te roba de estar junto a él, porque el corazón tiene razones que la razón no logra comprender, así que no le busques más explicaciones, no te comas más la cabeza, sólo hazlo, antes de que alguien lo haga por tí...

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